I Origins: Ciencia, religión y reencarnación

No soy experto, pero cada vez que recomiendo una película es porque logró su objetivo conmigo, me hizo analizar y me deslumbró con la historia o aspectos técnicos y artísticos que la convierten, para mis ojos, en una joya que debe verse. 

I Origins (2014) es una película independiente que plantea la lucha entre la religión y la ciencia, la reencarnación y realza los ojos humanos a lo largo de 1 hora y 48 minutos de duración, con un argumento algo común, pero bien trabajado desde mi perspectiva.

(Desde que vi esta película no dejo de detallar la mirada de las personas).

Relata la historia de Ian Gray, un biólogo molecular inmerso en el estudio de la evolución del ojo que, en una noche, conoce una chica de alma libre que lo deja flechado pero de la que no tiene información, más allá de una fotografía de sus ojos. Luego de casualidades extrañas, logra coincidir con ella y entablar una especie de relación al tiempo que su trabajo comienza a dar frutos. 

Este film cuenta con las actuaciones de Michael Pitt (The Dreamers), Àstrid Bergès‑Frisbey (Piratas del Caribe), Brit Marling (The OA) y Steve Yeun (The Walking Dead). Es escrita y dirigida por Mike Cahill, quien demuestra su ambición y aspiración en el cine, pero que, para muchos no logra demostrarlo al 100%. Aunque no pienso lo mismo.

La película se centra, en primer lugar, sobre la división de creencias entre dos enamorados, ¿Pueden casarse un científico ateo y una chica de alma libre con creencias católicas? Luego del segundo acto, nos vemos con un escenario más complejo que fue manejado de una forma muy diferente a películas anteriores: la reencarnación. 

¿Es real? De ser afirmativa la respuesta, ¿existe conexión entre una vida y la otra? Sí que es un tema controversial, sin embargo, a pesar de ser un punto fuerte en la trama, Cahill solo coquetea con este aspecto para no tomar una postura en concreto y dejar molesto a la mitad de sus espectadores, lo que a mi ver es un punto positivo.

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Al verla se debe tener en cuenta que esta película no es un ensayo científico (ya se han visto casos como el de Lucy) y tampoco es una obra perfecta de ciencia ficción. En cierto modo, todo se vuelve algo anecdótico con pases libres para filosofar y tomar posición frente a las interrogantes planteadas.

Lo que más me gustó es que, ciertamente, todas esas interrogantes deben tener tantas respuestas como número de seres vivos existen, pero la película tiene un impacto emocional tan grande que no deja disgustado a nadie con su desenlace.

Este tipo de cine, el indie con argumentos interesantes que te permiten pensar y, más allá de eso, sentir una conexión importante con sus personajes es el que me gusta recomendar. Sin duda, vale la pena ver.